La educación sexual como requisito para el derecho a decidir.

Cuando se cuece en el congreso la reforma de la ley del aborto, parece más que necesario insistir en que el derecho a decidir de las mujeres debe estar amparado en una ley que saque el aborto del código penal y establezca los requisitos para una verdadera libertad sexual y reproductiva. Sin embargo, la defensa de una ley del aborto que garantice los derechos de las mujeres, siendo un requisito imprescindible, debe ser complementada con políticas preventivas en materia de educación sexual que realmente resulten eficaces para el ejercicio de una sexualidad plena, satisfactoria y responsable, sólo de ese modo, el derecho a decidir será algo más que papel mojado.

Si nos atenemos a los últimos datos disponibles, podemos decir que en el estado español los resultados de las políticas de prevención, son claramente deficientes. Por ejemplo, según la quinta encuesta anual, 2007, de Bayer Schering Pharma para el seguimiento de los hábitos anticonceptivos de las mujeres españolas entre 15 y 49 años se confirma la tendencia de sus ediciones previas: en su conjunto, un 8.4% de las mujeres de la muestra (2.169) corren riesgos de tener embarazos no deseados al no utilizar métodos anticonceptivos adecuados. Si nos referimos en concreto a la población de mujeres adolescentes (entre 15 y 19 años), veremos que algo más de un 42% utiliza el preservativo en sus relaciones sexuales, el 11,7% utiliza la píldora, método que puede proteger de los embarazos no deseados pero no de las infecciones de transmisión sexual (ITS), pero queda un significativo 40% que no utiliza ningún método anticonceptivo.

Por otra parte, tal como se recoge en el informe del Ministerio de Sanidad y Consumo, se constata también un cambio en los hábitos sexuales de los jóvenes: mantienen relaciones sexuales coitales más precozmente y lo hacen en condiciones que no siempre son seguras en cuanto a evitar embarazos no deseados o ITS, disminuye el empleo del preservativo en las relaciones sexuales entre jóvenes, que parece sustituirse por la anticoncepción de emergencia (píldora del día después). Así mismo, según el mismo informe, las mujeres jóvenes sufren presiones para mantener relaciones coitales precoces y manifiestan escasas habilidades de negociación con sus parejas sobre el uso del preservativo.

En el caso que nos ocupa, especial consideración merecen los datos relativos a cifras de abortos para el año 2006, proporcionados por del Ministerio de Sanidad y Consumo: entre las adolescentes de 15 a 19 años, ha subido la tasa de abortos,  pasando del 9,9 por mil en 2003 al 12,53 por mil en 2006 (11.677 casos). La Comunidad de Madrid, con una tasa del 14,18 por mil, se sitúa entre las comunidades autónomas con cifras generales de aborto superiores a la media nacional (10,68 por mil). Por otra parte, casi el 22% de las mujeres que abortaron, interrumpieron su embarazo por segunda vez y el 6 % lo hicieron por tercera vez.

 

 

Así mismo, aunque en el protocolo de registro de IVE español no se incluye el país de origen de las mujeres que abortan, algunos estudios en los que se ha recogido parecen indicar una tendencia clara: alrededor del 40-50% de las IVE que se practican en el estado español corresponden a mujeres extranjeras, siendo un importante porcentaje de mujeres jóvenes menores de 25 años. Los roles culturales ligados al género y las dificultades o irregularidades en el acceso a los servicios sanitarios, podrían contribuir a explicar esta situación. Este aspecto pone de manifiesto como el colectivo de mujeres inmigrantes aparece como especialmente vulnerable también en este campo, y que en el desarrollo de intervenciones preventivas la dimensión cultural debe ser considerada ineludiblemente.

Considerando todas estas cuestiones, parece más que evidente el fracaso de las políticas de prevención, o quizá deberíamos decir el poco interés de los gobernantes por desarrollar políticas efectivas para corregir la situación: las mujeres jóvenes que se quedan embarazadas sin desearlo, han mantenido relaciones sexuales sin utilizar ningún método anticonceptivo, o haciendo un mal uso de los mismos. Resulta por tanto necesario plantearse qué tipo de educación sexual reciben nuestros adolescentes y será imprescindible generalizar una educación sexual eficaz y adecuada, que les permita desarrollar estrategias para evitar embarazos no deseados, contagios de SIDA y otras infecciones de transmisión sexual, debido a las serias dificultades personales y sociales a las que se tendrían que enfrentar como consecuencia de estas situaciones.

Actualmente, la Educación Sexual y Afectiva es considerada como un Eje Transversal, en unos casos, y como un Crédito Variable de Segundo Ciclo de ESO, en otros. Esta ambigüedad hace que cada centro trate el tema como mejor le parezca. En general, las administraciones autonómicas o locales ofrecen talleres para los centros educativos, en especial de secundaria, que éstos pueden solicitar. En bastantes casos, estos talleres son ofrecidos por multinacionales farmacéuticas que aprovechan la ocasión para difundir también sus propios productos, o son impartidos por entidades de dudosa solvencia en cuestiones de educación sexual dada su cercanía a posiciones ideológicas ultraconservadoras. Aunque también hay propuestas muy interesantes y con larga tradición en educación sexual en nuestro contexto, no son precisamente estas experiencias las más generalizadas, bien al contrario, en la mayoría de los casos, la educación sexual que reciben nuestros jóvenes en sus centros educativos es bastante anecdótica y puntual, se refiere a información sobre enfermedades de transmisión sexual, métodos anticonceptivos y la fisiología del aparato reproductor, sin embargo, se desatienden aspectos fundamentales como la comunicación con la pareja, el derecho a decidir sobre las prácticas que se desean o no, las estrategias para poder ejercer una sexualidad responsable y placentera, o los miedos, mitos y sesgos asociados a las prácticas sexuales y al uso de métodos anticonceptivos.

Todo ello, redunda en la búsqueda de la información que necesitan en contextos poco fiables y, aunque pudiera parecer que los jóvenes de nuestra sociedad disponen de más información sobre métodos de protección y de más medios que nunca, esto no se traslada en la medida esperada a una mayor seguridad en sus prácticas sexuales.  En este sentido, en un estudio realizado en 2004[i][i] sobre una muestra de casi 1500 adolescentes de primer y segundo ciclo de la ESO de la comunidad de Madrid, pudimos indagar sobre estas cuestiones. Según este trabajo, y atendiendo a los estudiantes de mayor edad, los de 4º de la ESO que ya habían participado puntualmente en talleres de educación sexual en sus institutos, un 66%  de los chicos y un 43% de las chicas tiende a pensar que no requieren más información sexual “porque ya saben lo que necesitan”, aunque por otra parte, casi el 30% indicó que recibía esta información de sus amigos, e incluso más del 13% consideraba que “no hace falta que se lo cuenten, porque se aprende con la práctica”.

El método más conocido es el preservativo (94%), seguido de la píldora (67,5%) y con menores porcentajes el DIU y el diafragma o el preservativo femenino. El DIU, la píldora y la píldora del día después son métodos significativamente más conocidos por las mujeres que por los varones.

Por otra parte, se constató la presencia de asentadas falacias en torno a la sexualidad y los métodos anticonceptivos, algunas de ellas, más arraigadas en los hombres que en las mujeres. Concretamente, “si no hay penetración no es una relación satisfactoria”, es una afirmación que el 25% de los hombres valoran como verdadera frente al 7% de las mujeres, y respecto a “las mujeres no pueden quedarse embarazadas si al tener relaciones sexuales están con la regla”  creen que es verdadero el  41,2% de los hombres frente al 26,7% de las mujeres. Sabiendo que el preservativo es el método más conocido y utilizado por los adolescentes, resultan especialmente relevantes las falsas creencias que mantienen respecto a su uso: más del 70% no sabe o cree equívocamente que se necesita desenrollar el preservativo antes de ponerlo para comprobar su estado, el 45% no tiene claro o cree que para retirar el preservativo se debe esperar a que el pene vuelva a su estado normal dentro de la vagina, el 37% cree que no hay que quitar el aire del receptáculo destinado al semen, casi el 35% cree que se debe colocar antes de la erección… Además, en general el grado de desconocimiento es mayor en las chicas. En definitiva, parece que la información que manejan está llena de zonas oscuras.

Respecto a los embarazos no deseados, los adolescentes los atribuyen a causas múltiples: el 69% consideran que los embarazos no deseados ocurren porque se usan poco los anticonceptivos; el 67,6% porque los adolescentes piensan que no pasará nada; el 58,5% porque utilizan medios poco fiables; el 58% porque se usan mal; el 45,6% porque se piensa que las primeras veces hay poco riesgo de embarazo. Y en relación con sus preocupaciones, tanto chicos como chicas, indicaron que su principal preocupación es el embarazo; particularmente a las mujeres les preocupa sufrir daño durante las relaciones sexuales y que se enteren sus padres de que mantienen relaciones, lo que podría indicarnos que las chicas tendrían una orientación más negativa hacia sus experiencias sexuales.  A los hombres, después del temor a un posible embarazo, les preocupa si las relaciones resultarán satisfactorias y qué va a pensar de él la otra persona, lo que sugiere que ellos podrían estar más orientados al placer y la competencia sexual.

Con estas pinceladas constatamos la necesidad de una educación sexual que aborde abiertamente los problemas subyacentes, que desmonte falacias, rompa tabúes y que aborde los miedos. Si las chicas siguen temiendo que les hagan daño o pasarlo mal en sus relaciones sexuales, es posible que vivan su sexualidad de forma insegura y que sus capacidades de negociación y expresión con sus parejas sobre el uso de métodos anticonceptivos (el preservativo en especial en esta población) se vean mermadas, lo que podría derivar en una mayor vulnerabilidad en situaciones de riesgo a embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual. Más allá de ofrecer información adecuada, parece evidente la importancia de reflexionar sobre lo que les preocupa, sobre el papel que creen que tienen que jugar, su derecho a decidir y a vivir su sexualidad de forma placentera y responsable.

[i][i] Caballero et al. (2004). Conductas de riesgo en adolescentes. CPA, Fac.Psicología, UAM.