¿Quienes somos nosotras?

 

En los últimos 30 años ha aumentado la sensibilidad social acerca de la desigualdad y la subordinación de las mujeres respecto a los hombres. Sin embargo, los problemas que padecemos las mujeres cada día, no sólo no han disminuido sino que aumentan bajo nuevas formas. El plus de explotación y abusos que padecemos las mujeres en la actualidad presenta, junto a las formas brutales de siempre, otras más refinadas, ocultas tras un discurso políticamente correcto.

Creemos que la fortaleza del feminismo que emana de partidos, grandes sindicatos y otras instituciones del estado comprometidas con el capitalismo, sus crisis -en particular la de los cuidados-, sus guerras y su violencia, tiene mucho que ver con esta contradicción y con la creciente debilidad del feminismo como movimiento social de base.

La mayoría de nosotras participamos en colectivos y organizaciones mixtas de hombres y mujeres. Entre ellas está la cooperativa La Garbancita Ecológica de la que surge nuestro colectivo. Nos diferenciamos en edad, situación familiar, experiencia y creencias. Algunas hemos vivido el auge del feminismo como movimiento social autónomo, en un contexto de movimientos populares constituyentes (1975-1985). Pero las más jóvenes no hemos participado de esta cultura.

En la gestación de nuestro colectivo ha sido importante la participación de mujeres no creyentes, marxistas, libertarias, o simplemente de izquierdas, junto a otras procedentes de familias conservadoras donde impera la doctrina machista y retrógrada de la Iglesia Católica. Nos constituimos convirtiendo esta pluralidad en potencia y demostrando en la práctica la fuerza de cohesión del feminismo. El debate sobre el derecho al aborto tiene que ver, junto a otras actividades, con la consolidación de nuestro colectivo.

Como colectivo feminista, surgimos desde dentro de un movimiento social en defensa de la soberanía alimentaria y por un consumo responsable agroecológico, autogestionado y popular. Esto supone atravesar las actividades de consumo responsable y defensa de la soberanía alimentaria con la lucha feminista. Y viceversa.

Cada vez es más frecuente la referencia al papel de las mujeres en la agricultura, la alimentación, la naturaleza y la soberanía alimentaria. A menudo se realiza desde actividades culturales y de solidaridad internacional muy dependientes de subvenciones o vinculadas a las burocracias políticas. Pero la introducción de la componente de género no significa hacerlo desde una perspectiva feminista. Tampoco es lo mismo trabajar desde la base de la sociedad que desde proyectos subvencionados y, a veces, liderados por “feministos”.

En nuestro propio proceso hemos aplicado el concepto de “sororidad”. Lo hacíamos, aunque no lo sabíamos. Algunas de nosotras desconocíamos la palabra y su potente contenido feminista. Para nosotras “sororidad” es fraternidad entre mujeres, un apoyo mutuo desde lo que nos une, que es el feminismo. Falta por tanto, definir qué entendemos por feminismo. A nuestro juicio feminismo es una práctica social, cultural y política de resistencia y lucha contra la subordinación y por la liberación de todas las mujeres respecto a todos los hombres. Sin embargo, no perdemos de vista que las mujeres no somos iguales en el terreno económico, religioso, político o étnico. Al igual que los hombres, somos trabajadoras o empresarias y pertenecemos a naciones oprimidas u opresoras. La contradicción de género se inserta fuertemente, a través del machismo, en las contradicciones de clase y poder que sustentan el sistema capitalista.

El capitalismo y el patriarcado tienen una alianza explícita. Por eso es estéril un anticapitalismo que desconsidera las condiciones de desigualdad y subordinación de la mitad de la clase trabajadora (las mujeres) respecto al conjunto de los hombres y al capital, y aplaza la lucha de las mujeres a una hipotética revolución. Este anticapitalismo es simétrico en su impotencia al feminismo que predica una identidad esencial de las mujeres por su género. No sólo porque ignora rasgos identitarios de clase, entre otros, en las mujeres. También porque impide la cooperación entre la lucha feminista y el movimiento obrero frente al capitalismo patriarcal.

Algunas corrientes feministas defienden una sororidad que, llamando a la hermandad de todas las mujeres, deja fuera a aquéllas que perteneciendo a pueblos sometidos a la violencia y la privación de cualquier derecho fundamental, se ven obligados a defenderse con las armas. Si cualquier movimiento por la libertad y la igualdad es un movimiento por la paz, no es menos cierto que las relaciones sociales y de género son relaciones de poder sustentadas en la violencia tanto material como simbólica.

Demasiados ejemplos trágicos nos muestran la reacción totalitaria de los empresarios, los blancos-criollos o los hombres, ante la visibilidad política organizada de trabajadores, indios o mujeres. La fuerza transgresora de un movimiento obrero anticapitalista o de un movimiento indígena, no es superior a la fuerza transgresora de un movimiento feminista antipatriarcal. Estamos por la paz y contra la violencia. Por eso consideramos una desviación [1] en la táctica feminista, tanto la participación activa de mujeres en movimientos populares armados como también en la cúspide de un ministerio de “Defensa”. Sin embargo, no son iguales. No podemos olvidar la diferencia entre la violencia estructural, integral y agresiva del capitalismo y su estado y la violencia reactiva, tan trágica como la anterior, de los desheredados de la tierra, privados de derechos humanos y abandonados a su suerte por las instituciones políticas nacionales e internacionales.

El sujeto político del feminismo es el conjunto de mujeres que, oponiéndose activamente a su subordinación respecto a los hombres, tienen conciencia de las dimensiones económicas, sociales y políticas que acompañan al machismo. Hablar sólo de mujeres es hablar sólo de género, sin capitalismo, sin política subordinada a la economía y sin contradicciones nacionales, religiosas y políticas. El sujeto político feminista no es algo a descubrir con tesis doctorales sino a construir, desde los lugares sociales del dolor cotidiano de las mujeres y también con la ayuda de tesis doctorales feministas. El género es el punto de partida, pero no el de llegada. Un movimiento que sólo considera al género, es un movimiento esencialista, ontológico. Por tanto, no tiene que construir ningún sujeto feminista porque ya existe de antemano. Este dogma, importado de otras ontologías políticas (obreros, campesinos, religión, etc), permite que el feminismo se degrade a sí mismo colocando mujeres a la cabeza de ejércitos, multinacionales, gobiernos globalizadores o alterglobalizadores, etc. No nos fiamos de las estructuras “feministas” encabezadas por mujeres esposas de magnates, de reyes o presidentas de multinacionales [2].¿Sirven a la lucha feminista o se trata de un gesto que no cuestiona, más bien legitima, el capitalismo?

Un movimiento feminista verdadero, debe contemplar las contradicciones de género junto a las contradicciones de clase, ecológicas, étnicas y nacionales. Apuntamos a un movimiento autónomo de mujeres, pero inserto en una realidad social donde sea un movimiento feminista realmente liberador y cuente con la fuerza de las mujeres trabajadoras, indígenas, campesinas y ecologistas para ganar la hegemonía política frente al capitalismo, la globalización, el imperialismo y el patriarcado.

[1] Desviación es una palabra polisémica. Una acepción significa aplazamiento, pero otra es tergiversación. La primera la utilizamos para referirnos a las mujeres que participan en movimientos populares armados, mientras que la segunda la empleamos aplicada al segundo caso que, aunque sea feminismo implícito el hecho de que una mujer mande sobre los hombres, lo hace para la peor de las causas, legitimar la subordinación de las personas y los pueblos a la lógica del capital y la guerra.

[2] Nos referimos a la iniciativa para luchar contra la mortalidad de las parturientas emprendida por Wendy Murdoch, esposa del magnate de la prensa Rupert Murdoch; Sara Brown, esposa del primer ministro británico; la reina Rania de Jordania; la actriz australiana Nicole Kidman; la modelo etíope Liya Kebede; y la directora ejecutiva de PepsiCo, Indra Nooyi.

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