Crisis económica, alimentaria y democrática

Una vez más, las sequías producidas por el cambio climático reducen la producción de mercancías alimentarias básicas como los cereales. Simultáneamente, la automoción descontrolada y el agotamiento del petróleo provocan la sustitución en millones de hectáreas, de cultivos alimentarios por agrocombustibles.

El mercado de alimentos centralizado en Detroit, manipula los precios aprovechando la escasez de cosechas y de tierras. Cuando el precio del trigo o el maíz sube un 30%, los 1500 millones de personas que, en el mundo, dedican casi toda su renta disponible a comer, se ven privados de su derecho a una alimentación sana y suficiente, entrando en la peor de las exclusiones, el hambre.

El hambre es la forma que adopta la inseguridad alimentaria en los países empobrecidos. Degrada la naturaleza humana y deshumaniza a las personas, reduciendo su salud y su esperanza de vida. La mortalidad infantil de los países empobrecidos multiplica por 10 la de los países ricos. La esperanza de vida de algunos países de África Subsahariana es la mitad de la de los países europeos.

Hambre y comida basura, unidas como la cara a la cruz de una moneda, son las manifestaciones de la industrialización, mercantilización y globalización alimentaria. Más de mil millones de personas enferman y mueren por hambre en los países pobres y 1.300 millones de personas enferman y mueren por enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad en los países ricos.

L@s hambrient@s son prisioneros de su hambre y l@s enferm@s de cáncer, corazón, diabetes y alergias, de su comida basura. La cronificación de la inseguridad alimentaria demuestra que la única libertad real es la libertad de empresa. Sin controlar la libertad de empresa, no tendremos libertad para que tod@s disfrutemos de una alimentación sana y suficiente.

La inseguridad alimentaria es la contraparte de la inseguridad política, laboral, social y sicológica que produce la economía de mercado. El capitalismo es el culpable de la inseguridad alimentaria. La economía de mercado no puede, ni quiere, solucionar el problema del hambre porque el hambre de los hambrientos, al no expresarse como “demanda solvente”, ni moviliza, ni perturba las inversiones de capital.

En la democracia de mercado, la política no puede garantizar la seguridad alimentaria de la gente en contra de la economía.

La “lucha contra el hambre” de gobiernos y ONGs, está determinada de antemano por las multinacionales que controlan el comercio mundial de alimentos y subordinan las necesidades de la gente y los recursos naturales a sus intereses económicos. Los políticos, que hacen su política desde el respeto a los mercados, miran hacia otro lado ante el hambre y las enfermedades alimentarias.

Neutralizando a los mil mayores especuladores, se salvarían millones de vidas inocentes, se acabaría con el 90% de la violencia en el mundo y se sentarían las bases para una convivencia pacífica, justa y democrática. Pero antes, hambrient@s y obes@s deberían desearlo. Esa es la tarea de la izquierda.

Fuente: Editorial de la revista Tachai nº 35. Septiembre 2012