La dictadura del mercado

La economía de mercado, basada en el individua­lismo y el poder del dinero, es una turbina de ines­tabilidad y exclusión. La precariedad y el paro son hechos derivados de la desigualdad y el poder.

Sin embargo, políticos y economistas los presen­tan como fenómenos naturales. De esta forma, el su­frimiento de la gente no parece tener ningún respon­sable y queda fuera del debate político.

Aunque la explotación y la pobreza tienen su origen en el mercado, éste aparece como la única manera en que las personas podemos vivir en paz. La economía de mercado está fracasada, pero la democracia de mercado nos la presenta como algo inmodificable. La aparente despolitización de la econo­mía explica el dominio del beneficio pri­vado sobre la sociedad, mientras el par­lamento finge representar la voluntad popular. La Europa del Euro legitima y refuerza este funcionamiento.

La esfera de lo público se divide en dos campos. Uno, el de la administra­ción de una economía de mercado que consagra la impunidad de banqueros y especuladores. Otro, el de la mecánica parlamentaria, cómplice de la econo­mía de mercado. La democracia como ideología impone la lectura sesgada de los derechos constitucionales: los del capital se aseguran con mano de hierro,  mientras que los de l@s trabajador@s, las mujeres y los pueblos son una mera declaración de intenciones.

El estado social – en demolición – no pretende eliminar la pobreza sino soco­rrer a los pobres. No combate las causas de la desigualdad de los individuos, sino algunas de sus consecuencias. Frente al aumento de la precariedad y la pobreza, los neoliberales piden más mercado y los socialdemócratas más estado, pero ambos aceptan el mercado y la perse­cución del beneficio privado como el principio constitutivo de la economía y de las relaciones sociales. Por eso, tanto la derecha como la izquierda capitalista forman parte del problema.

En el último cuatrimestre de 2012, el mercado ha destruido 8500 puestos de trabajo diarios, al igual que sucedió en el último cuatrimestre de 2009 y el primero de 2010. Las personas desem­pleadas han pasado de 2,1 millones en 2007 a 6 millones en Enero de 2013. Las atendidas por la beneficencia, en el mismo periodo, se han multiplicado por cinco, pasando de 350.000 a 1.800.000. Las soluciones de nuestras autoridades son puestos de trabajo en el juego, la especulación, la prostitución, el tráfico de drogas y la emigración.

Cuando las mayorías sociales cues­tionamos la economía de mercado por sus consecuencias destructivas, esta­mos planteando el problema del poder. Los poderosos, una vez más, nos ame­nazan con la confrontación civil. Es el momento de la movilización de las ma­yorías en defensa de la democracia, la justicia social y la paz, secuestradas por los mercaderes y sus políticos a sueldo. Para que la participación social tenga capacidad de cambio debe confluir en una voluntad constituyente económica, ecológica, social y feminista.

Fuente: Editorial de la revista Tachai nº 37. Marzo de 2013