Tecnología. Cooperación. Revolución

El maquinismo y la tecnología, al potenciar el trabajo humano y abrir la posibilidad de tiempo libre para todos, parece inaugurar la posibilidad material del comunismo. Por primera vez la humanidad puede ser libre sin más que apropiarse del excedente.

La interconexión mundial del proceso productivo a través de la informática y las comunicaciones y la explosión de productividad que brindan tecnologías como la robótica y la ingeniería genética, parecen alumbrar un futuro en el que el comunismo no sea sólo la lucha por la supervivencia.

Sin embargo, la infinita división y subdivisión del trabajo a escala planetaria, requiere personas estúpidas y poderosos centros de planificación, pone en jaque los ciclos naturales de animales y plantas, envenena el aire, el agua y la tierra y deja en los márgenes a mil millones de desheredados. Estos factores no son independientes de la inmensa riqueza que es capaz de crear el capitalismo maduro. Están unidos a él como la cara y la cruz de una moneda, son su condición de existencia.

La riqueza no es un objeto, sino una relación social. La tecnología no es neutra!. El trabajo, su cantidad, su ausencia, su calidad, lejos de haber desaparecido de ¡a vida cotidiana de la mayoría, condiciona de manera implacable ¡a vida de la gente.

Para salir de la lógica mercantil hay que salir del trabajo asalariado pero no del trabajo. Hay que salir de la producción y distribución a gran escala, de la productividad y competitividad como norma (alma de la tecnología existente), del trabajo como elemento centra! de participación social, del deseo individual como motor de la acción, de la política como instrumento de lo económico. Disolver este grumo es disolver la mayor parte de la tecnología y de! «saber» actual de la élite asalariada minoritaria, que tie
ne el «saber» de la tecnología y es beneficiaría del «statu quo».

La Cooperación

Cooperación es la forma de trabajo de varias o muchas personas que trabajan planificadamente y en el mismo proceso de producción o en procesos de producción distintos pero conexos.

La producción de la vida (trabajo-reproducción) se manifiesta como una doble relación. Por una parte, natural y por otra, social. Social, en el sentido de que, por ella, se entiende la cooperación de diversas personas, cualesquiera que sean su condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De aquí se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleve aparejada una forma determinada de cooperación que es, a su vez, una fuerza productiva.

Siempre ha habido cooperación. La reproducción de la vida material y de la vida social exige unas relaciones de cooperación, de división del trabajo. Pero, en el capitalismo, la cooperación en la producción implica la autonomización en la dispersión individual fuera de la producción.

Lo específico de la cooperación, hoy, es la subsunción de las determinaciones sociales y humanas en el proceso de valorización del capital.

En cuanto componentes del cuerpo productivo, los trabajadores no son más que un modo particular de existencia del capital y la fuerza productiva que desarrollan como «obrero social», es la fuerza productiva del capital.

La potencia productiva actual y la riqueza que produce, no son neutrales. Sólo en parte (¿en qué parte?) se podrá usar esa potencia productiva en una sociedad libre. El comunismo no consiste en quitar al capitalista y a partir de ahí «Corte Inglés para todos». El comunismo no es el capitalismo dirigido por la clase obrera (más bien por la élite dirigente).

La tecnología, el capital fijo acumulado con el único fin de estimular la productividad a cualquier precio, no es un recipiente que puede ocuparse por cualquier contenido. La escala mundial de la producción tampoco. Ambas, tecnología y globalización, son la condición de la enorme capacidad de creación de riqueza, pero también de una inmensa capacidad destructiva.

La cooperación es un poder político fundamental, que se debe recuperar porque está presente en el fundamento del poder que se dirige contra sus propios productores. El poder colectivo es individual porque depende de que la personas prestemos nuestros cuerpos a ese poder. Frente a la disgregación del obrero «libre», el capitalista representa la unidad y la voluntad de cooperación general. Así, mientras que en realidad el poder de cooperación reside en los hombres y mujeres trabajadores, la apariencia es que la potencia cooperadora reside en el capital.

El ser humano es un ser social, pero cuando el intercambio se ha convertido en la principal relación social, dicho intercambio le aisla y vuelve superfluo su carácter social. El intercambio, que le relaciona con otros, le constituye como aislado, es un eslabón de la cadena que le subyuga.

En el capitalismo, la sociabilidad del trabajo alcanza su máximo grado. Cada persona trabajadora deviene social (en sentido negativo), por su sometimiento a la forma social capitalista de producción lo cual significa una cualidad constituida desde el capital y bajo su control.

Los asalariados y asalariadas son seres aislados que entran en relación con el mismo capital más que entre sí. Su cooperación sólo comienza en el proceso de trabajo, pero en este proceso, ya han dejado de pertenecerse a sí mismos. Al ingresar en este proceso, el capital se los ha incorporado.

El obrero no desarrolla la fuerza productiva social de su trabajo, a través de la cooperación, antes de que su trabajo mismo pertenezca al capital. Esa fuerza productiva aparece como si el capital la poseyera por naturaleza.

En el trabajo no sólo se producen bienes y servicios. También se produce subjetividad. El sujeto, pues, no sólo produce, sino que también es producido. No sólo es productivo sino también producto.

Las relaciones sociales de producción producen objetos pero también producen un obrero determinado, con una subjetividad determinada por dichas relaciones de producción.

La producción de subjetividad, la producción del sujeto sujetado, se da en las relaciones de las personas y en las relaciones de dichas personas con los medios de producción, incluida la tecnología.

Para que el sujeto recupere su libertad, deberá poder controlar, junto con los otros, tanto la escala de la cooperación productiva como la tecnología, vinculada a esa escala.

La descentralización, la autonomía, la confederaci
ón voluntaria, base de una vida segura, armónica y democrática, son incompatibles con muchas de las actuales tecnologías, tal cual hoy operan.

El aspecto cuantitativo de la riqueza, oculta la cualidad humana del trabajo y de la cooperación. La tecnología es la condición para la opulencia (de unos pocos) pero también la causa de la marginación de miles de millones de personas y la depredación de los recursos naturales.

La actual tecnología es producto del desarrollo del conocimiento cuantitativo como único conocimiento racional o científico; de la naturalización de la economía, del extrañamiento del individuo y de la subordinación de la vida social y de la naturaleza o la lógica del capital.

El camino a recorrer es el de las redes de cooperación no regidas por la eficiencia y el beneficio, aunque, si quieren sobrevivir, no totalmente al margen de ellos. La cooperación en procesos de vida y de producción al margen de la lógica capitalista, crea espacios de práctica social y de subjetividad alternativa necesarios para crear una vida mejor y son una base esencial para la acumulación de fuerzas en la confrontación y la resistencia anticapitalista.

Es ese proceso de lucha, de trabajo y de vida, donde la cooperación deberá modular su escala y las tecnologías que utiliza. En él se irán dibujando los problemas concretos, imposibles de prefigurar a priori.

El obrero no desarrolla la fuerza productiva social de su trabajo, a través de la cooperación, antes de que su trabajo mismo pertenezca al capital. Esa fuerza productiva aparece como si el capital la poseyera por naturaleza.

En el trabajo no sólo se producen bienes y servicios. También se produce subjetividad. El sujeto, pues, no sólo produce, sino que también es producido. No sólo es productivo sino también producto.

Las relaciones sociales de producción producen objetos pero también producen un obrero determinado, con una subjetividad determinada por dichas relaciones de producción.

La producción de subjetividad, la producción del sujeto sujetado, se da en las relaciones de las personas y en las relaciones de dichas personas con los medios de producción, incluida la tecnología.

Para que el sujeto recupere su libertad, deberá poder controlar, junto con los otros, tanto la escala de la cooperación productiva como la tecnología, vinculada a esa escala.

La descentralización, la autonomía, la confederación voluntaria, base de una vida segura, armónica y democrática, son incompatibles con muchas de las actuales tecnologías, tal cual hoy operan.

El aspecto cuantitativo de la riqueza, oculta la cualidad humana del trabajo y de la cooperación. La tecnología es la condición para la opulencia (de unos pocos) pero también la causa de la marginación de miles de millones de personas y la depredación de los recursos naturales.

La actual tecnología es producto del desarrollo del conocimiento cuantitativo como único conocimiento racional o científico; de la naturalización de la economía, del extrañamiento del individuo y de la subordinación de la vida social y de la naturaleza o la lógica del capital.

El camino a recorrer es el de las redes de cooperación no regidas por la eficiencia y el beneficio, aunque, si quieren sobrevivir, no totalmente al margen de ellos. La cooperación en procesos de vida y de producción al margen de la lógica capitalista, crea espacios de práctica social y de subjetividad alternativa necesarios para crear una vida mejor y son una base esencial para la acumulación de fuerzas en la confrontación y la resistencia anticapitalista.

Es ese proceso de lucha, de trabajo y de vida, donde la cooperación deberá modular su escala y las tecnologías que utiliza. En él se irán dibujando los problemas concretos, imposibles de prefigurar a priori.

A.M. VIII´06