Las dimensiones de la crisis

La crisis económica promovida por los bancos y otros especuladores atenta contra la seguridad alimentaria, el empleo, la salud, la jubilación y la vivienda de tod@s y muestra quién manda sobre nuestros derechos fundamentales.

Crisis sanitaria
El 90% de las muertes por cáncer se deben a productos industriales incorporados por la economía de mercado, en la naturaleza, el trabajo, los alimentos y el hogar. Si nos hubieran dicho hace 50 años que el desarrollo en España iba a matar anualmente 1400 personas por accidentes de trabajo, 3000 por enfermedades profesionales, 4000 por accidentes de tráfico y más de 2000 por suicidios, no nos lo hubiéramos creído.

Crisis ecológica
Nadie, salvo Aznar, se atreve a negar los efectos sobre la naturaleza del crecimiento económico y la competitividad: cambios climáticos apocalípticos, contaminación del agua, el aire y el suelo, perdida de fertilidad de la tierra, destrucción de las cadenas alimentarias, disgregación de ecosistemas formados durante milenios y pérdida de la biodiversidad que amenaza también a la especie humana.

Crisis de la naturaleza humana
La economía de mercado solo es viable con la creación de un individuo de mercado. El capitalismo produce mercancías para las personas, pero también personas para las mercancías. El individuo de mercado que dedica su vida a producir y consumir mercancías es el “hombre nuevo” producto del totalitarismo capitalista, un ser débil e ignorante que necesita apuntalar su frágil personalidad con tecnologías y objetos que degradan su naturaleza social.

Crisis de legitimación política
El estado, dominado por el mercado, incumple todas las promesas constitucionales, y en particular, su obligación de “remover los obstáculos que impidan garantizar los derechos y libertades de l@s ciudadan@s”. En lugar de juzgar y encarcelar a los grandes especuladores que se lucran con las necesidades de la gente (en la Revolución Francesa se les cortaba la cabeza), los poderes públicos les toleran privatizar sus grandes ganancias y propician la socialización de sus ocasionales pérdidas.

El capitalismo no crea su propia tumba sino las condiciones para su propia sostenibilidad. Por eso en épocas de crisis, se radicalizan la explotación, la subordinación de las mujeres, la degradación de la naturaleza, la represión y la guerra.

La crisis de la izquierda
El vacío de oposición anticapitalista explica que, para la mayoría, el capitalismo se muestre como un mal menor, algo negativo pero inevitable. La teoría del mal menor conduce al peor de los males. El mal mayor para la izquierda es la pérdida de su autonomía y la desconexión de la lucha popular, única fuente de su poder social. Si la gente no los protagoniza, no habrá cambios. Pero la necesidad de una cultura de participación, conciencia política y valor para la lucha, choca con la pasividad, la desconfianza y el oportunismo del ciudadano de mercado. La izquierda posibilista y cómplice es coautora de esta degradación. La regeneración de la izquierda nada tiene que ver con el terreno electoral porque la única fuente de cambios reales es el poder constituyente popular en su autodeterminación contra el capitalismo. Al igual que la democracia y la libertad, la izquierda sólo puede existir en la lucha contra el capitalismo, que es también una lucha ecológica y feminista.

Cuando el capitalismo no es capaz de mantener su ciclo de explotación y la gente no puede seguir trampeando y viviendo como lo hacía, aparecen las luchas espontáneas. Si la izquierda no se hace cargo de estas luchas, lo hará la derecha, siempre auxiliada por la izquierda cómplice. Las soluciones son conocidas: contra el paro, abaratar el despido y reducir la protección por desempleo; contra la recesión, dinero para los empresarios y contención salarial y ahorro en pensiones, sanidad y educación; contra la crisis económica, darle más poder a quienes la han provocado; contra la lucha popular, represión y eliminación de las libertades de los sectores en lucha.

Ninguna identidad contiene toda la pluralidad de sujetos capaz de poner la fuerza necesaria para el enfrentamiento con el capitalismo que es una fuerza no sólo exterior, sino también interior a la izquierda. Tod@s debemos dar nuestra fuerza a otr@s combatientes y recibir la suya, siempre desde la autonomía respecto a la izquierda capitalista. En todo caso, nuestra dispersión y nuestras enfermedades sólo tienen cura dentro de la confrontación con el enemigo. Los programas, jornadas, cursillos, foros, artículos y libros, sólo tienen sentido si apuntan, como una flecha, a la organización de las víctimas del terrorismo del estado, del mercado y del machismo.