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La economía política de la carne

Aunque se sepa que no es saludable, comer carne es sinónimo de riqueza y placer. Las carnes rojas se asocian con beneficios nutricionales (proteína de alto valor biológico, vitaminas del complejo B, especialmente B12, y minerales: hierro y cinc), pero también con riesgos (grasas saturadas y purinas que provocan gota y enfermedades cardiovasculares y com­puestos químicos carcinógenos por coci­narse a altas temperaturas o braseados).

Los médicos alertan del crecimiento de las enfermedades asociadas al abuso de carne y los nutricionistas recomien­dan un máximo de 130 gr de carne roja a la semana. En España, el consumo me­dio es más del doble (350 gramos de me­dia por persona a la semana) y casi del triple (980 gr/persona/semana si añadi­mos pollo, conejo, embutidos, salchi­chas, etc.).

El coste en gasto energético e hídrico y en cereales para producir un kilo de carne es desproporcionado. Hacen falta entre 4 y 10 calorías vegetales para producir 1 caloría animal. Un solo kilo de carne con­sume entre 5.000 y 15.000 litros de agua más que 1 kg de cereal. El consumo de carne produce una enorme huella ecológica y una brecha social entre quienes abusan de ella y la mitad de la población mundial que no puede incluirla en su dieta.

La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, en su último informe, califica la carne procesada (salazón, fermen­tada, ahumada, transformada) como “carcinógena para huma­nos” y la carne roja (ternera, cer­do, oveja, cabra, equino) como “probable carcinógeno humano”.


¿Qué dice la OMS sobre la calcinogenicidad de la carne roja y procesada?


En el caso de la carne procesada, es­tudios epidemiológicos con amplia sig­nificación estadística muestran que un consumo regular y prolongado de 50 gr diarios eleva el riesgo de cáncer colorrec­tal en un 18% (porcentaje que aumenta con la ingesta) y -con evidencia limita­da-del cáncer de estómago. En el caso de la carne roja, hay una evidencia limitada (de ahí “probable carcinógeno”) de que un consumo regular y prolongado de 100 gramos diarios de esta carne elevan el riesgo de cáncer colorrectal un 17% y fa­vorece el cáncer de páncreas y próstata.

Este informe ha hecho saltar las alarmas de la industria cárnica española (4º productor mundial que mueve 22.000 millones de euros anuales) calificando de “inapropiado y precipitado” el informe de esta agencia de la Organización Mundial de la Salud. El negocio cárnico ha mul­tiplicado por 6 el volumen de consumo mundial desde los años 50, arrinconando en nuestro país la saludable Dieta Medi­terránea al sustituir las proporciones de nutrientes del plato principal (verduras, cereales o patatas con carne y fruta) por un filete con patatas y postre lácteo.

Cada año mueren en el mundo 8 millones de personas por metástasis y 34.000 por cáncer de colon vinculado al consumo de carne roja y procesada. Sin embargo, el verdadero problema (ade­más del abuso de la carne) es el hecho de que toda la alimentación -incluida la carne- se ha convertido en un negocio para el que los animales, convertidos en máquinas de carne, leche y huevos, la contaminación de la naturaleza y el deterioro de la salud de las personas, son sólo “daños colaterales” del libre comercio de alimentos.

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