Crema de calabaza con espárragos y gambas

Rehogar en una cazuela con aceite la calabaza troceada y la cebolla, el puerro, los ajos y el tomate (todo picado). Cuando esté bien rehogado se añade la patata pelada y en trozos, se cubre con agua y la sal al gusto y se deja cocer a fuego lento unos 30 minutos. Después trituramos con la batidora y, si se desea una crema más fina, se pasa por el chino. En una sartén, con un chorrito de aceite, se saltean los espárragos, si son verdes conviene tenerlos un poco más de tiempo a fuego suave, cuando casi estén se añaden las colas de las gambas, se saltean a fuego fuerte dos o tres minutos. Justo cuando se vaya a servir, verter la crema en una sopera y añadir encima los espárragos con las gambas.

Esta es una receta ideal para incluir en menús festivos porque además de ser  exquisita y vistosa, resulta muy ligera. El mayor aporte energético proviene de los idratos de carbono que aportan las patatas pero la cantidad proporcional en todo el  plato no es grande, y compensan con su contenido en fibra. El resto de componentes son muy bajos en grasas y también, salvo las gambas, ricos en fibras. La calabaza aporta betacaroteno (provitamina A) y el tomate, licopeno, estas sustancias tienen un alto poder antioxidante. Todos los vegetales que intervienen aportan vitamina C y en mayor o menor medida también vitaminas del grupo B. Tanto la calabaza, como las gambas, los espárragos y los puerros tienen una cantidad importante de potasio, aunque su efecto diurético se ve neutralizado por el alto contenido de sodio de las gambas. Otros minerales que aportan son magnesio, calcio y fósforo (sobre todo el marisco). Las gambas proporcionan las proteínas, son proteínas completas, de alta calidad biológica, una importante cantidad de hierro “hemo” de fácil absorción y vitamina B12.

Produce ácido úrico y tiene un alto aporte de colesterol, a algunas personas les producen alergias y concentran toxinas, gérmenes y contaminantes químicos que son vertidos al mar. No debemos olvidar que el marisco no es un producto imprescindible en la alimentación humana, que los nutrientes que aporta pueden obtenerse a partir de otros alimentos más saludables y que los riesgos que supone su consumo no compensan los aspectos positivos, si bien, consumido de manera esporádica y verificando su frescura, de vez en cuando se puede hacer una excepción.