Limpieza hepática y de la vesícula

Muchas personas creen que los cálculos biliares sólo se en­cuentran en la vesícula, pero se trata de una suposición tan co­mún como errónea. La mayoría de los cálculos biliares se for­man en el hígado y, en comparación, muy pocos en la vesícula. Esto es fácil de verificar si se realiza una limpieza del hígado.

Poco importa que uno sea lego en cues­tiones de salud, médico, científico, o que le hayan extirpado la vesícula y, por tanto, se crea libre de tener cálculos: los resultados de la limpieza hepática hablan por sí solos. No hacen falta pruebas científicas o expli­caciones médicas para resaltar el valor y la importancia de la limpieza hepática. Cuan­do el lector vea cientos de cálculos biliares de color verde, marrón o negro flotando en el inodoro en el transcurso de la prime­ra limpieza hepática, se dará cuenta por sí mismo de que ha descubierto algo extre­madamente importante en su vida. Y, qui­zás, llevado por la curiosidad, decida llevar los cálculos a analizar, o bien preguntar al médico su opinión. Puede que el médico le anime a proseguir con esta experien­cia terapéutica o tal vez le diga que es totalmente ridícula y le aconseje que no la practique. Sin embargo, lo más significativo de esta ex­periencia es el hecho de que uno toma las riendas de su propia sa­lud, probablemente por primera vez en la vida.

No todo el mundo es tan afortu­nado. Según las estadísticas, aproxi­madamente un 20% de la población mundial desarrollará en algún momento de su vida cálculos biliares en la vesícu­la. Sin embargo, esta cifra no incluye a la gran cantidad de personas que llegarán a desarrollar cálculos biliares en el híga­do, o que ya los tienen. En treinta años de medicina naturista he tratado a miles de personas que sufrían todo tipo de en­fermedades crónicas, y puedo constatar que cada una de ellas, sin excepción, ha tenido una cantidad considerable de cál­culos biliares en el hígado. Sorprenden­temente, muy pocos pacientes han pre­sentado un historial de cálculos biliares en la vesícula. Los cálculos biliares en el hígado son el principal obstáculo para adquirir y mantener un óptimo estado de salud, juventud y vitalidad. En realidad, los cálculos son una de las principales ra­zones por las que las personas enferman y tienen dificultades para recuperarse.

No reconocer la incidencia de la forma­ción de cálculos biliares en el hígado es, tal vez, uno de los mayores y más desafortu­nados errores de la medicina, tanto de la alopática como de la alternativa. Confiar plenamente, como hace la medicina con­vencional, en los análisis de sangre para realizar un diagnóstico supone una des­ventaja a la hora de com­probar la salud del hígado. La mayoría de las personas que sufren algún problema de salud muestran unos niveles de enzimas hepáticas perfectamente nor­males. A pesar de padecer congestión en el hígado. La congestión y el estancamiento hepático se encuentran entre los proble­mas sanitarios más comunes y, sin embar­go, la medicina convencional raramente se refiere a ellos, ni tampoco los médicos cuentan con una forma fiable de detectar y diagnosticar estos trastornos. Los niveles de enzimas hepáticas en sangre aumentan cuando en el organismo existe un avanza­do nivel de destrucción celular, como suce­de, por ejemplo, en el caso de la hepatitis o inflamación del hígado. Las células hepá­ticas contienen gran cantidad de enzimas; cuando cierto número de células hepáti­cas se desgarra, las enzimas penetran en la sangre y, a través de un análisis clínico, muestran una anomalía en el hígado. Pero, entonces, el daño ya ha ocurrido. Tienen que transcurrir muchos años de congestión crónica en el hígado hasta que el deterioro de este órgano salga a la luz. Los análisis clínicos estándar casi nunca muestran la incidencia de piedras en el hígado; de he­cho, la mayoría de los médicos ni siquiera saben que las piedras pueden desarrollarse también en este órgano. Tan sólo algunas de las universidades dedicadas a la inves­tigación, como la prestigiosa Johns Ho­pkins University, describe e ilustra esas piedras hepáticas en sus publicacio­nes médicas o en sus páginas web, refiriéndose a ellas como “piedras intrahepáticas”.

Comprender que los cálculos en el hígado contribuyen a la apari­ción de prácticamente cualquier tipo de enfermedad, y seguir unos simples pasos para eliminarlos, significa hacer­se cargo uno mismo de la propia salud, de restablecerla, y gozar de vitalidad de manera permanente. Los resultados de la limpieza hepática –la que se hace uno mismo, o la de los pacientes, en el caso de un profesional sanitario– son realmente satisfactorios. Tener un híga­do limpio significa poder contar con una nueva oportunidad para vivir.

El hígado ejerce un control directo sobre el desarrollo y el funcionamiento de cada célula del cuerpo. Cualquier tipo de disfunción, deficiencia o crecimiento anómalo en las células se debe, en gran parte, a un mal funcionamiento hepático. Incluso tras perder hasta un 60% de su rendimiento original, el hígado, gracias a su extraordinario diseño, habitualmente parece funcionar “adecuadamente”, como indican los valores sanequilibrados.

Cualquier enfermedad o síntoma de mala salud está causado por algún tipo de obstrucción. Cuando un vaso sanguí­neo se obstruye y, por tanto, deja de su­ministrar oxígeno o nutrientes a un grupo celular, tendrá que activar determinadas medidas de emergencia para sobrevivir. Por supuesto, muchas de las células afec­tadas no sobrevivirán a esa “hambruna” y simplemente morirán. En cambio, otras más resistentes aprenderán a adaptarse a la situación adversa a través del proceso de mutación celular y a cubrir sus necesi­dades energéticas utilizando los productos tóxicos de los residuos metabólicos, como, por ejemplo, el ácido láctico. La situación de esas células podría compararse a la de una persona en el desierto que, a falta de agua, decide beber su propia orina para so­brevivir. La mutación celular que lleva a la formación de un cáncer es tan sólo un últi­mo intento del organismo para evitar una muerte inmediata y un colapso total por envenenamiento séptico. Sin embargo, es habitual llamar enfermedad a esa respues­ta normal del cuerpo frente a la acumula­ción de residuos tóxicos. Lamentablemen­te, la ignorancia de la auténtica naturaleza del cuerpo humano ha llevado a muchos a creer que ese mecanismo de superviven­cia es una “enfermedad autoinmune”. La palabra autoinmune indica que el cuerpo intenta ir contra él mismo y que, práctica­mente, busca el suicidio. Nada más lejos de la realidad. Los tumores cancerosos son el resultado de una gran congestión de los te­jidos conectivos, los vasos sanguíneos y los conductos linfáticos, y todo ello evita que las células sanas reciban suficiente oxígeno y nutrientes vitales.

Las causas más comunes en la for­mación de cálculos biliares son: sobrea­limentación, picar entre comidas, cenar copiosamente, exceso de proteínas y de sal, deshidratación, pérdida rápida de peso, dieta baja en grasas.

¿Cómo evitar la formación de cálculos biliares?: Limpieza hepática dos veces al año, limpieza de colón, limpieza renal, be­ber agua ionizada, beber suficiente agua, reducir el consumo de alcohol, evitar co­mer en exceso, horarios regulares de co­midas, dieta vegetariana o vegana, evitar productos light, consumir sal marina no refinada, dormir las horas suficientes, des­cansar lo necesario y no trabajar en exce­so, hacer ejercicio físico de manera regular, mantener el equilibrio emocional.

 

Extracto de “Limpieza hepática y de la vesícula”. Pág. 7 a 10. Andreas Moritz. Ed. Obelisco 2012. 250 páginas.

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