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Relación Campo-Ciudad

 

Relación campo-ciudad

 

La relación campo-ciudad en el contexto de la economía global expresa la hegemonía de la ciudad en detrimento del campo en todas sus dimensiones naturales, sociales, económicas y culturales. Las migraciones forzosas del campo a la ciudad, justificadas como un proceso necesario por la industrialización del campo canalizaba a los campesinos expulsados del campo a unas industrias ávidas de mano de obra abundante y barata. Actualmente estos procesos se producen con una dimensión planetaria, de la periferia al centro del capitalismo, del sur hacia el norte y del campo a la ciudad. El desarraigo de masas, como producción violenta de fuerza de trabajo dócil y barata a escala mundial, se ha asumido socialmente como una realidad tan inevitable como el mercado global y la lógica competitiva que lo preside.

 

El negocio de la producción mundial de alimentos priva de sus propios recursos a las poblaciones campesinas de los países del Sur y genera las migraciones de masas a los países del Norte en busca de una vida mejor. Quienes superan la travesía de la muerte hacia los países ricos, sufren la persecución como personas sin papeles y se convierten en mano de obra irregular, sin derechos laborales y vulnerables a la explotación empresarial. Esta indefensión explica la competitividad de los cultivos hortícolas intensivos para la exportación.

 

El vaciamiento del campo, la concentración creciente de la población en las ciudades y la expansión de un modo de vida urbano, cada vez más insostenible, son resultado de la lógica del beneficio en la producción de alimentos. El consumismo irresponsable que demanda elevados consumos de carne y abundantes alimentos de fuera de temporada y a precios baratos, alimenta esta rueda de destrucción y emigración forzosa, incrementando las dos facetas de la inseguridad alimentaria: el hambre y la comida basura.

 

En el origen de la fractura entre necesidades humanas y lógica mercantil es donde debe iniciarse la reconstrucción de una relación campo-ciudad, presidida por las relaciones entre las personas, de una forma incluyente, horizontal y recíproca, como forma de enfrentar los problemas derivados de la industrialización y mercantilización alimentarias.

 

Relación productor@s-consumidor@s

 

Aunque la alimentación es una necesidad social, en lugar de hablar de alimentación, nos referimos a consumo de alimentos. Este desplazamiento en nuestro lenguaje, es fruto de la separación entre las necesidades y las razones de quiénes, en el campo, producen los alimentos y quiénes, en las ciudades, los consumen.

 

La lógica mercantil ha colonizado las relaciones sociales entre productor@s y consumidor@s. Una consecuencia de esta lógica es el enfrentamiento de productor@s y consumidor@s de alimentos en intereses contrapuestos y enormemente alejados. Cada productor pugna por reducir sus costes de producción para derrotar al resto de productores y vender lo más posible. Cada consumidor busca el precio más bajo, desentendiéndose de la suerte de los productores, del resto de consumidores y de su propia seguridad alimentaria.

 

Para superar la subordinación de las personas, tanto productor@s como consumidor@s a la lógica de las mercancías es necesario cuestionar este modelo de “progreso” basado en el individualismo y la mercantilización de las relaciones sociales. En el terreno de la alimentación esta superación requiere: 1) resignificar la necesidad individual como parte de una necesidad colectiva, construida en diálogo con las otras realidades y necesidades en juego; 2) reclamar la seguridad alimentaria desde una posición de defensa campesina y también ciudadana, porque el modelo alimentario y sus consecuencias en salud, económicas, ecológicas y sociales nos afectan a tod@s; 3) reconstruir la autonomía, en forma de apoyo mutuo, desde fuera del mercado y del estado, para defender la seguridad alimentaria mediante alianzas entre ciudadan@s del campo y de la ciudad.

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Naranjas. El imprevisible campo y el previsible mercado

 

No incluimos las naranjas de mesa y zumo a las que os hemos ido acostumbrando en los últimos meses.

 

Las razones son:

 

– fin de campaña la variedad navel-late

– vientos en Semana Santa que en Levante han tirado al suelo mucha naranja y reducido, por tanto, la cantidad disponible.

 

La reducción de la oferta de naranja ha aumentado su precio. Los productores que se quedan sin naranja propia para atender a sus compromisos, intentan recurrir a otras cooperativas y agricultores y se encuentran que no hay naranja al precio pactado.

Agradecemos a Aiguaclara y Ecomediterránea sus esfuerzos para conseguir naranjas para nosotros a precio razonable.

 

En sustitución, hemos comprado las naranjas a la Cooperativa Agrícola Pueblos Blancos de Cádiz.

 

Verduras frescas: tiempo de incertidumbre

 

Coincidiendo con el próximo fin de la temporada de naranjas (primavera) incorporamos algunos productos de huerta. Es primavera en el calendario pero el campo vive la transición de la huerta de invierno a la de primavera. Aunque el mercado global de alimentos nos acostumbre (mal) a disponer de ciertas verduras todo el año (judías verdes, calabacines, berenjenas, tomates, etc), aún no hay variedad de verduras de temporada. Tanta diversidad sólo es posible forzando la naturaleza o trayendo las hortalizas de muy lejos. En ambos casos con elevados costes energéticos, reducción de los jornales de las personas recolectoras y contaminación de la naturaleza.

 

Para l@s agricultor@s, con las horas de sol se alarga también la jornada de trabajo. Con meses de antelación, se siembran las hortalizas que comeremos a finales de mayo y junio. Hay mucho que plantar y transplantar de semillero a bancal, pero también mucha incertidumbre. En la agricultura no es suficiente que, acompañadas por el trabajo, las plantas crezcan, florezcan y den su fruto. Es también necesario un mínimo de horas de sol, lluvia y/o riego. En los primeros días de primavera, los cambios meteorológicos retrasan o adelantan el crecimiento de las plantas y dan algún que otro disgusto si las heladas tardías matan los tiernos brotes.

 

Para nosotr@s también es tiempo de incertidumbre. Incorporar nuevos productos, en diálogo con l@s agricultor@s, a precios razonables y, si es posible, estables para toda la temporada, es una tarea complicada.

 

Empezamos con alcachofas, habas tiernas y acelgas procedentes de Ecomediterránea en Valencia.