Un mundo inseguro

Editorial de la revista Tachai nº 28. Grupos Autogestionados de Konsumo y La Garbancita Ecológica

El producto por excelencia de la economía de mercado es el beneficio de los inversores. En el capitalismo, la economía no produce lo que la gente necesita sino lo que genera beneficio. El mercado sólo pone en marcha la actividad económica y laboral cuando tiene asegurada la rentabilidad. De esta manera la producción de los medios de vida de la sociedad (la economía) está sometida al beneficio privado de los empresarios. Esto supone que, cosas que en su naturaleza no son mercancías como el trabajo, la tierra, el agua, los alimentos, la salud o los cuidados, son obligadas a comportarse como si lo fueran.

Tras el “libre comercio” se oculta una gran violencia social que subordina el valor de uso al valor de cambio, la necesidad al precio, el trabajo al capital, las mujeres a los hombres, la cooperación a la competitividad y la naturaleza a la tecnología. La economía global somete a los pueblos a las permanentes catástrofes económicas, sociales, alimentarias, energéticas y climáticas del capitalismo. Sin embargo, la irracionalidad y la violencia de la economía de mercado no producen rebelión sino sumisión.

Para explicar esta paradoja, podemos avanzar dos hipótesis. La primera es que, a través del consumo, el capitalismo se incorpora nuestros deseos y nos convierte en funcionarios suyos. El mercado no solo produce objetos para los deseos, sino también deseos para los objetos. Al carecer de vida propia, las mercancías no van solas al mercado sino que son llevadas por nosotros, una vez que hemos depositado nuestra voluntad en ellas. La segunda se refiere a una izquierda que, traicionando su propia memoria histórica, se ha vuelto capitalista. Al asumir furiosamente principios propios de la derecha como globalización, competitividad, crecimiento, tecnología y estado, abandona las razones de los de abajo y la organización del conflicto social, convirtiéndose en un instrumento para la gobernabilidad del orden capitalista.

Es momento de plantearnos alternativas claras y prácticas. La primera es que no se trata de tener mucho sino de desear poco. Aunque ese poco sea una dignidad mínima para tod@s que se defienda con determinación ante quienes pretendan arrebatarla. La segunda es que la política debe consistir fundamentalmente en la construcción del poder constituyente y no en la ocupación del poder constituido.