¿Es la proteína animal la base del desarrollo del cerebro humano?

“La noción de un macho aprovisionador y una hembra dependiente es el resultado de proyectar la ideología de la sociedad moderna sobre los tiempos pasados. Ese razonamiento no se sustenta ni refleja los datos científicos obtenidos.”

(Carolina Martinez Pulido, doctora en biología, Universidad de La Laguna).

 

 

La explicación de que el cerebro humano se desarrolló con la proteína animal proporcionada por la caza, está siendo cuestionada por investigaciones científicas hace más de 40 años, aunque está firmemente implantada aún en algunas mentalidades académicas y en el imaginario popular. Nuevas técnicas para la investigación de los restos fósiles e interpretaciones con menor sesgo androcéntrico remueven la teoría de que la caza es el motor de la evolución humana. Las cacerías en las que hombres prehistóricos provistos de rudimentarias herramientas abatían enormes bestias probablemente nunca ocurrieron en realidad. Investigadores como Adovasio y Soffer han revisado la imagen estereotipada de las sociedades arcaicas e insisten en que hay suficientes pruebas científicas, ya sean anatómicas (morfología de la dentadura o la corpulencia física) o de carácter cultural (armas arrojadizas eficaces) para sostener estas teorías. Según el antropólogo Richard Klein las herramientas de piedra encontradas en asentamientos de hace medio millón de años es más probable que se empleasen para excavar bulbos y raíces, cortar partes fibrosas de las plantas, machacar frutos secos, es decir, serían útiles de una dieta vegetariana como apuntan Longino y Doell.

Los dientes, por su resistencia a la degradación, constituyen una buena pista de la dieta de nuestr@s antecesor@s: tamaño, forma, grosor del esmalte dan información de los alimentos ingeridos.

Ardipithecus ramidus (4,4 millones de años de antigüedad, Aramis, Etiopía) vivía en bosques húmedos. El esmalte de sus dientes era delgado, propio de una dieta rica en alimentos blandos como frutos carnosos maduros. Los paleontólogos afirman que no hay ningún rasgo en esta morfología dental que indique un aporte significativo de carne.

Lucy, Australopitecus afarensis (2,5 a 3,9 millones de años, Sudáfrica), exploraba los bosques secos y aclarados. Aumenta el ancho de sus molares y se engrosa el esmalte. Estos rasgos indican una alimentación vegetal en la que productos duros y abrasivos son predominantes (frutos secos, raíces y partes vegetales subterráneas y fibrosas). Si consumían carne era de forma ocasional. No eran cazador@s sino vegetarian@s.

Homo Habilis (2,5 años de antiguiedad). Tamaño de premolares y molares similar al de australopitecus. Según los expertos la inclusión de la carne reduce el tamaño de premolares y molares. Al no darse este cambio, es probable que la proteína animal representara una pequeña parte en una dieta rica en productos vegetales. La mayor adaptabilidad a dieta diversa es mayor capacidad de supervivencia, lo que conduce no a eliminar vegetales sino a mantenerlos.

Homo erectus/Homo ergaster (1,6 millones de años de antigüedad). Tienen un cerebro mayor que sus predecesores. Las primeras teorías apuntan a que ese crecimiento se debe a que la dieta cárnica es una fuente principal porque ese órgano es gran consumidor de energía (100 gramos de carne aportan 200 kilocalorías frente a las 20 kilocalorías de 100 gramos de hojas o las 75 kilocalorías de fruta fresca). No parece ser la causa porque: a) la adicción de carne a la dieta empieza por pequeñas cantidades que no pueden explicar por si solas dicho crecimiento; b) un kilo de nueces tiene tantas o más proteínas, grasas y calorías que un kilo de carne.

Cada vez más investigadores sostienen que los frutos secos han sido un componente esencial en la evolución humana. “Los bulbos, tubérculos y raíces pueden haber proporcionado una nutrición igual o mayor que la carne, sobre todo si tenemos en cuenta el esfuerzo y gasto energético empleados en conseguirlos. Son más fiables (mayor certeza de obtenerlos) que la comida de origen animal, razón por la que las plantas fueron probablemente un componente imprescindible de la alimentación cotidiana. La dependencia de vegetales subterráneos es significativa en los ambientes áridos y sometidos a cambios estacionales” (Richard Klein).

Leslie Aiello y Leonard defienden que una dieta equilibrada entre distintas fuentes alimentarias indica una mayor adaptabilidad al medio y, por tanto, mayores ventajas. La evolución humana ha sido posible no tanto por la incorporación de la carne como por la diversidad de estrategias alimentarias que son más eficaces para extraer energía y nutrientes de un entorno con condiciones cambiantes, debido a la su estacionalidad, pero también porque el grupo puede abarcar un territorio más amplio y diverso.

Linda Owen en sus estudios sobre nutrición humana da un paso más: una alimentación altamente carnívora entre nuestros antepasados no sólo resulta improbable sino altamente peligrosa. Los seres humanos necesitan energía para mantener la maquinaria celular. De entre todos los macronutrientes, las proteínas son las menos eficientes. Los sistemas digestivos y metabólicos de los animales carnívoros están adaptados a dietas de sólo carne (sus estómagos producen 20 veces más acido clorhídrico descomponiendo mejor y más rápido las proteínas, su digestión es rápida y su intestino no es tan largo lo que, en nuestro caso, favorece la putrefacción de los restos no descompuestos y la liberación de tóxicos). Si los humanos consumiesen más de la mitad de sus calorías en esta forma de alimento, según Owen, morirían por envenenamiento. Andreas Moritz es más contundente señalando que el aparato digestivo del ser humano es incapaz de descomponer la proteína animal en aminoácidos. El consumo de proteína obliga a nuestro organismo a trabajar más para eliminar las toxinas generadas por la ingesta de carne y se resienten nuestros riñones, nuestro hígado el sistema linfático … (http://www.lagarbancitaecologica.org/…/1351-ies-la-carne-un…). La sobrepresencia de proteína animal en la dieta contemporánea está provocando una muerte lenta por intoxicación bajo la forma de cánceres y enfermedades autoinmunes.

Las investigaciones recientes en nutrición aportan también un papel relevante en la nutrición y la salud de frutas, verduras y frutos secos al proporcionar antioxidantes, acidos grasos y fitoesteroles que no sólo no están en la dieta cárnica sino que son imprescindibles para neutralizar los efectos negativos de las toxinas ingeridas con la carne.

“La reiterada insistencia de algunos estudiosos en defender que la dieta de los homínidos consistía en un elevado porcentaje de carne, y que ésta era un bien extremadamente apreciado que sólo podían conseguir los machos, en realidad sólo pretendía sostener y fortalecer el estereotipo convencional del hombre cazador, tantas veces ensalzado y nunca científicamente corroborado” (Carolina Martínez Pulido).

 

Es importante revisar las teorías con las que se construye nuestro pasado para aprender hacia el futuro. Una historia de la evolución humana que coloca a la proteína animal en su sitio ayuda a comprender mejor la anomalía que supone la entronización de la carne en nuestra dieta occidental, incluso a pesar de las enfermedades y muertes asociadas a estos hábitos alimentarios enfermantes.

 

Pilar Galindo. Colectivo Ecofeminista Las Garbancitas

 

Fuente:

Carolina Martinez Pulido. La senda mutilada. Ed. Siglo XXI. Colección Biblioteca Nueva. Minerva. Pag. 45-53