La trashumancia: una forma centenaria de ajustar los ciclos de producción a los ritmos de la naturaleza

La trashumancia es una práctica ganadera tradicional que consiste en el desplazamiento estacional del ganado entre zonas altas o de mayor latitud, destinadas a pastos de verano, y zonas bajas o de menor latitud, en las que el ganado pasa el invierno, siguiendo rutas regulares establecidas.

En la región mediterránea, la trashumancia es una práctica altamente adaptativa, que permite un perfecto acoplamiento entre las actividades de pastoreo y los picos estacionales de productividad de los pastos. Con ello se favorece una óptima explotación de los recursos existentes, así como la posibilidad de evitar los períodos más críticos de escasez: la sequía estival en las zonas bajas y las nieves invernales en las zonas de montaña.

En el pasado, la trashumancia creó un tipo de vida y se convirtió en un fenómeno económico, social y cultural único en el mundo, que alcanzó su máximo esplendor en España durante la Edad Media, cuando casi cuatro millones de ovejas merinas cruzaban la Península Ibérica de Norte a Sur dos veces al año, a través de una extensa y bien protegida red de vías pecuarias.

Este modelo de ganadería constituye un claro ejemplo de co-evolución de un sistema natural y un sistema social que se ajusta al gradiente anual e interanual de variabilidad y perturbaciones a través de un proceso de aprendizaje adaptativo a lo largo de muchas generaciones. La interacción entre ser humano, ganado y naturaleza ha dado lugar a “paisajes culturales” esculpidos durante siglos por la actividad trashumante a través de la adaptación de las prácticas ganaderas a un ambiente extremadamente fluctuante.

A pesar de este carácter adaptativo y de su relevancia económica en el pasado, la pérdida del monopolio de la lana durante el siglo XIX marcó el inicio de un largo y gradual declive de la ganadería trashumante, que se vio agravado con la proliferación de las fibras artificiales. Desde mediados del siglo XX, la expansión del transporte de ganado en ferrocarril hizo que cada vez fueran más escasos los pastores que recorrían las vías pecuarias a pie con su ganado.

A pesar de este declive y del gran desconocimiento que todavía hay en nuestra sociedad sobre esta práctica, la trashumancia sigue viva en España y un buen ejemplo de ello es la Cañada Real Conquense. Es ésta una de las principales vías pecuarias que mantiene todavía un uso ganadero activo a lo largo de casi todo su recorrido: más de 400 km, desde el área occidental de los Montes Universales y la Sierra de Albarracín (Teruel, Guadalajara y Cuenca), hasta la parte oriental de Sierra Morena (Jaén y Córdoba) y el sureste de la provincia de Ciudad Real. Actualmente, un total de 15 ganaderos con más de 8.500 ovejas y más de 1.100 vacas siguen recorriendo a pie esta cañada dos veces al año, manteniendo viva esta práctica ancestral.

Diversos estudios han mostrado la calidad nutricional y organoléptica diferenciada de la carne del ganado trashumante, cuya dependencia de los piensos es mínima (se limita a periodos críticos de escasez de pasto en años meteorológicamente muy malos) y que se alimenta de pastos diversos en las zonas de agostada e invernada. Asimismo, son varios los trabajos que ponen de manifiesto la importancia que tiene la trashumancia y la red de vías pecuarias de nuestro país en la conservación de la biodiversidad y la generación de beneficios directos e indirectos para el conjunto de la sociedad española.

Cañada Real Conquense mostrando las principales zonas de agostada e invernada del ganado, así como el ciclo anual del ganado trashumante

Un estudio reciente realizado por la Universidad Autónoma de Madrid ha identificado más de una treintena de beneficios sociales, económicos y ecológicos asociados a esta práctica ganadera y las vías pecuarias por las que transcurre. Entre estos llamados servicios de los ecosistemas destacan algunos servicios de abastecimiento, tales como la producción alimentos cárnicos de alta calidad, la producción de pastos y forraje, así como de diversos productos silvestres de recolección. Pero además, se han identificado una serie de servicios de regulación asociados a la trashumancia, que resultan de enorme importancia para la conservación de los ecosistemas, entre los cuales destacan la prevención de incendios por el efecto del pastoreo, la fertilización del suelo, el control de la erosión o la conectividad ecológica, entre otros. No menos importantes, también se pueden asociar con la trashumancia, varios servicios de tipo cultural, destacando el mantenimiento de una identidad cultural propia, la posibilidad de realizar actividades recreativas en ambientes rurales y en la naturaleza, así como el mantenimiento del conocimiento ecológico local.

Si extrapolamos esta información y estos valores al conjunto de la extensa red de vías pecuarias de nuestro país, que se estima que supera los 125.000 km de longitud y ocupa una superficie de unas 421.000 hectáreas, podemos hacernos una idea de las implicaciones derivadas del mantenimiento y la revitalización de la trashumancia y las vías pecuarias para la planificación de un uso sostenible del territorio y para nuestro bienestar como sociedad.

El futuro de la trashumancia en España es incierto y dependerá en buena medida de las decisiones que se adopten en los próximos años a nivel de nuestro país y de la Unión Europea. La reciente elaboración del Libro Blanco de la Trashumancia puede suponer un punto de inflexión en este sentido, aunque los horizontes que perfila la nueva reforma de la Política Agraria Comunitaria de la Unión Europea no resultan halagüeños por el momento. Según un consenso alcanzado entre buena parte de los actores sociales vinculados a esta práctica ganadera, las medidas más urgentes que sería necesario adoptar para hacer viable y sostenible la trashumancia en una economía globalizada como la del siglo XXI serían: la implantación de esquemas de pagos por los servicios ambientales que el ganado presta (y que no son actualmente reconocidos por la sociedad); el fomento del asociacionismo entre los ganaderos; la mejora de los canales y formas de comercialización de los productos; y la conservación/restauración de la red de vías pecuarias.

La trashumancia en nuestro país constituye un bien, no sólo como patrimonio cultural inmaterial, sino también como fuente de servicios esenciales que contribuyen al bienestar de toda la sociedad española. Además, en contextos de enorme incertidumbre como el que vivimos, prácticas ganaderas tradicionales como la trashumancia contribuyen a nuestra soberanía alimentaria y reducen nuestra vulnerabilidad frente a las crisis económico-financieras y los impactos asociados al cambio ambiental global.

Nota

Más información detallada sobre el proyecto de investigación desarrollado por la UAM, así como sobre los beneficios generados por la trashumancia y su valor en términos económicos, sociales y ecológicos: Universidad Autónoma de Madrid, Grupos de Investigación.