
Transgénicos, pepinos y 15M
Por segundo año consecutivo desciende la superficie de cultivos transgénicos en Europa. Dicho descenso es significativo, sobre todo fuera de nuestras fronteras (Alemania, Rumanía, Eslovaquia y República Checa). En España, principal país en cultivos comerciales y experimentales, la reducción es sólo del 15%. Paradójicamente, el peso de los transgénicos en España respecto a la UE ha pasado del 74% en 2008, al 82% en 2010. La causa es la baja caída de los cultivos en España respecto a la gran reducción de otros muchos países.
Sólo 7 de los 27 Estados de la UE mantienen algún tipo de prohibición que, en ningún caso afecta a los cultivos experimentales o a la importación. Las multinacionales agroalimentarias monopolizan la representación de los ganaderos anunciando que si cesan las importaciones, el sector va a la quiebra. Pero el sector ganadero ya está quebrado, precisamente por depender de estas multinacionales que les proporcionan piensos de importación y vacunas, comprándoles la producción a precios cada vez más bajos. El origen del problema está en la constitución misma de la UE responsable de una ganadería intensiva alimentada con maíz y soja de importación que eleva el consumo de proteína animal, causante de enfermedades como obesidad, diabetes, colesterol, etc.
Sin reclamar el cese en la importación de cultivos transgénicos, los consumidores europeos que reivindicamos nuestro derecho a elegir en base a un etiquetado riguroso, estamos contribuyendo a los daños sobre la salud y el medio ambiente de los países productores.
La “crisis de los pepinos”, aunque no se deba a los pepinos, tiene su origen en la recombinación de virus y bacterias producida por la industrialización, mercantilización y globalización de los alimentos. Mientras la alimentación esté en manos de los mercaderes, la única forma de enfrentar las crisis alimentarias es emplear mucha química en todo el recorrido que mata preventivamente virus y bacterias pero también aumenta su resistencia.
A pesar de que muchos consumidores rechazan los transgénicos, nos falta un movimiento unitario. En los últimos 2 años, el movimiento contra los transgénicos se ha manifestado el día de las luchas campesinas. Pero en 2011 no se ha convocado sin que los organizadores hayan explicado porqué. Sin tomar la calle y plantarse delante del Ministerio de Agricultura, las reuniones y cabildeos con el Ministerio sólo benefician a las organizaciones cuyo fin principal es representarnos a todos, haciendo un flaco favor a la lucha contra los transgénicos. La potencia de la indignación y la ocupación de plazas públicas no tendrá porvenir sin la integración y expresión unificada de unos movimientos sociales muy controlados por burocracias subvencionadas.
Para más información y alternativas: Un mundo inseguro